Estudiaron el comportamiento de dos hongos patógenos en cultivos de maíz

Una investigación realizada por la doctora Verónica Fumero, becaria de CONICET en la Facultad de Ciencias Exactas, reveló el comportamiento de dos especies de hongos patógenos que habitan en los cultivos de maíz en las regiones del noroeste argentino y sureste de Buenos Aires.

Los resultados de los estudios realizados por la investigadora de la UNRC reveló que “las nuevas especies estudiadas tienen perfiles toxicogénicos particulares y muestran signos de patogenicidad en maíz”.

La doctora en Ciencias Biológicas contó que su investigación fue la continuidad de un estudio realizado por la doctora María Marta Reynoso en el año 2002, “en el cual se había descripto por primera vez que la enfermedad de la fusariosis de la espiga y tallo del maíz presente en estas dos áreas era producida por una especie de Fusarium diferente a las principales especies que se aíslan de la región núcleo maicera argentina (sur de Santa Fé, Córdoba, noroeste de Buenos Aires), Fusarium proliferatum y Fusarium verticillioides”.

“Hasta ese momento se asociaba a la fusariosis en maíz con Fusarium verticillioides, sin embargo esa no era la especie predominante en dichas regiones, sino que era Fusarium subglutinans, fue uno de los aportes de Reynoso”, explicó.

“Decidimos continuar con este estudio ya que en el año 2011 en Bélgica, se describe que esta especie, Fusarium subglutinans, en realidad contenía dos especies muy relacionadas a nivel genético, e imposibles de diferenciar por su morfología. A partir de esta descripción, se planteó el objetivo de conocer si ambas o sólo una de ellas, estaban presentes en Argentina”, dijo Fumero.

La investigadora de CONICET manifestó que tras los estudios realizados pudo comprobar que “la nueva especie descripta, denominada Fusarium temperatum en relación a su mayor prevalencia en zonas templadas a frías del mundo, tiene un perfil toxicogénico más amplio que la primera y además demostró mayores signos de patogenicidad en maíz”.

En Argentina, las especies Fusarium subglutinans y Fusarium temperatum fueron aisladas de maíz cosechado en las regiones Noroeste (NOA) y Sudeste de Buenos Aires (SEBA), las cuales tienen temperaturas medias anuales menores a las de la zona núcleo maicera.

Verónica Fumero explicó que “la subdivisión de las especies Fusarium subglutinans y Fusarium temperatum se produjo por fenómenos genéticos y evolutivos relacionados con la adaptación al ambiente. Dichos fenómenos hacen que con el correr de los años, una especie termine dividiéndose en dos”.

Ante esta evidencia, “el objetivo general de mi trabajo de Tesis fue investigar si la nueva especie estaba presente en Argentina, y qué pasaba con estas poblaciones en nuestro país; estudiar la patogenicidad y los perfiles toxicogénicos de cada una,  y por último, analizar la influencia de factores abióticos como la temperatura y la humedad sobre el crecimineto y la producción de toxinas”.

La investigadora encontró que Fusarium subglutinans fue más prevalente en la región sureste de Buenos Aires y en la región del NOA sólo se aisló en Las Lajitas (Salta), mientras que Fusarium temperatum fue principalmente aislado en Humahuaca (Jujuy). También adelantó que “habría una relación entre las temperaturas y el aislamiento de una u otra especie”, aunque aclaró que esta etapa continúa en proceso de investigación.

¿Qué generan en el cultivo?

La doctora Verónica Fúmero reveló que sobre híbridos comerciales de maíz, ambas especies son capaces de causar podredumbres a diferentes niveles, tanto en semilla, como en tallo y en espiga. Para que los síntomas se generen, debe haber mucha humedad, y el principal daño que causan es la podredumbre basal a nivel del tallo, y señaló que en el peor de los casos ésta puede generar el vuelco de la planta.

Remarcó además que “ambas especies producen micotoxinas, especialmente las de un grupo denominado “emergentes”. Explicó que por lo general hay “más del 80 por ciento de infección por Fusarium en los granos, y aunque no se observe podredumbre en la espiga, el hongo se desarrolla y es muy probable que haya micotoxinas”.

Según la doctora en Ciencias Biológicas, esto demuestra que “el grano puede estar en perfectas condiciones aparentemente, y sin embargo los análisis de micotoxinas arrojan resultados positivos”.

 

Del cultivo al humano

Es importante considerar la presencia de micotoxinas en cereales y otros granos, ya que las mismas ingresan a las cadenas alimentarias humanas a través del consumo de maíz por ejemplo, y en el caso de ciertas micotoxinas asociadas a maíz, como las fumonisinas, se conoce que “pueden producir defectos en el tubo neural y cáncer esofágico”, dijo la doctora Fumero.

 

La Microbióloga explicó que a partir de distintos estudios se ha demostrado que existe una relación entre el consumo de micotoxinas asociadas al maíz con un síndrome denominado stunting, que produce una deficiencia de crecimiento en los niños, los cuales desarrollan una altura menor a la que deberían tener para su edad. Señaló que “esto ocurre principalmente en los países que basan su dieta en el maíz”.

 

Dentro del grupo de las micotoxinas emergentes, una de las más importantes es la moniliformina, que actualmente está siendo recomendada para su regulación por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), en Europa. Explicó que su principal impacto negativo se da en pollos y cerdos. “En estos animales produce deficiencias cardíacas agudas y crónicas, las cuales pueden llevar a la muerte de los animales además de que causan deficiencias en el crecimiento y reducción de peso”, concluyó.

 

Esta investigación fue parte de su Tesis de Doctorado de Ciencias Biológicas, la cual fue dirigida por la doctora Sofía Noemí Chulze y co-dirigida por la doctora María Laura Chiotta, ambas de la Universidad Nacional de Río Cuarto.

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