Investigan el impacto de las rutas sobre anfibios locales

Son estudiados porque a nivel global se los considera bioindicadores de la calidad de los ambientes. Harán una medición integral de los efectos en las cuatro carreteras aledañas a la ciudad. Los especialistas advierten una disminución poblacional. La pérdida de hábitat es uno de los mayores peligros, junto con el aumento de la mortalidad por atropellamiento con los vehículos y la interferencia de las señales acústicas por el ruido del tráfico

Sapos y ranas no evitan ser atropellados por autos y camiones en las rutas que atraviesan su hábitat y que con su incesante tránsito afectan sus comportamientos, distribución y reproducción. La disminución de la población de estos anfibios es una clara evidencia de la degradación ambiental que afecta a la ciudad y la región, al igual que a distintos lugares del planeta.

En Río Cuarto y los alrededores hay once especies de anuros o anfibios sin cola sobre las cuales se centra una investigación de la UNRC que evalúa su estado de conservación para establecer el alcance de la declinación poblacional que se reporta a nivel mundial.

“Efectos de las rutas a escala local y de paisaje sobre el comportamiento y la distribución de los anfibios anuros” es el título del trabajo que dirige el doctor en Ciencias Biológicas Pablo Grenat, de la Cátedra de Ecología del Departamento de Ciencias Naturales de la Facultad de Ciencias Exactas, Físico-Químicas y Naturales, quien afirma: “En el caso de los anfibios, su estrecha tolerancia a los cambios ambientales y su dependencia del agua hacen que la combinación de perturbaciones que afecta a este grupo sea extensa, lo que puede explicar la rápida declinación observada a nivel global”.

Protagonistas de mitos y leyendas, además de soportar la aversión por su aspecto, ser depositarios de infundadas creencias y una variada gama de supersticiones, estos anfibios están sufriendo un rápido declive.

“Son considerados actualmente como el grupo de vertebrados más amenazados a nivel global, en rápida declinación, con aproximadamente un tercio de especies a nivel mundial extintas o con algún grado de amenaza, y estos números se replican también en nuestro país”, remarca el biólogo Pablo Grenat.

“Estamos en una etapa de evaluación de la magnitud del problema. Esperamos obtener información relevante para conocer en qué grado es afectada cada especie y cuáles de las perturbaciones asociadas a las rutas son las que provocan mayores efectos”, explica el investigador del Conicet e integrante del Grupo de Investigaciones Herpetológicas de Río Cuarto (GIHRC). Y agrega: “El análisis espacial de los procesos o interacciones que ocurren en los sistemas en estudio, sumado a los datos relevados a campo permitirán la construcción de un índice de efecto-ruta para cada una de las especies”.

Trabajan en cuatro redes viales principales: la autovía Córdoba-Río Cuarto, la ruta 8, la A005 y la provincial 30, que va a Achiras. La elección se basa en que cada una cuenta con características particulares -vinculadas con variables como tráfico promedio, características de banquinas, grado de modificación del área adyacente, presencia de áreas urbanas- que las hacen adecuadas para medir de forma integral los efectos de las rutas sobre estos anuros.

“Observamos que la disminución de los cuerpos de agua naturales debido al drenado y canalización de lagunas por el avance de la frontera agrícola, provoca que las depresiones topográficas en las banquinas de las rutas se conviertan a menudo en los únicos ambientes acuáticos disponibles para la reproducción de los anfibios”, afirma el científico local.

¿Por qué fueron elegidos estos animales para el trabajo?

Los anfibios anuros son extremadamente sensibles a los cambios de su entorno y, por ello, son utilizados a nivel global como bioindicadores de la calidad de los ambientes. Esta sensibilidad está dada por algunas características de este grupo: ciclo de vida bifásico -estadios larvales desarrollados en el agua y etapas juvenil y adulto en tierra, de allí su nombre anfibios- y la permeabilidad de su piel, que permite el intercambio gaseoso, pero también el paso de muchas sustancias del medio, entre ellas potenciales contaminantes. Además, están presentes en una variedad de ambientes y son fáciles de capturar y manipular.

Son uno de los grupos animales más vulnerables a los efectos de las rutas, por varios factores relacionados con su ecología y su comportamiento: se dispersan poco, lo cual aumenta los efectos de la fragmentación del hábitat; su dependencia del agua para la reproducción y el desarrollo de los primeros estadios de vida se ve comprometido por la reducción en áreas adyacentes a las rutas del número, conectividad y calidad de los cuerpos de agua disponibles; su movilidad limitada los hace susceptibles a la mortalidad directa por atropellamiento durante desplazamientos reproductivos a través de las rutas; la interferencia generada en la comunicación sonora por el ruido de tráfico vehicular, afecta los encuentros reproductivos de las parejas. Estos efectos impactan sobre las tasas de crecimiento poblacional, generan cambios comportamentales y afectan la distribución y composición de especies.

– ¿Cuál es el rol ecológico de estos anfibios?

– El principal está relacionado con su incidencia en la cadena trófica –alimentaria-. Los anuros se alimentan principalmente de insectos, por lo cual, se los considera excelentes controladores de poblaciones que pueden convertirse en plagas. Además, los renacuajos se alimentan de algas, y evitan su proliferación, y, con ello, la eutrofización de los cuerpos de agua. Esto beneficia a los anfibios y a otros componentes de la biodiversidad que habitan esos ecosistemas. Por otro lado, dentro de la cadena trófica son presas esenciales para otros animales. Así, la declinación de las poblaciones o la pérdida de especies de anfibios tienen efectos relevantes sobre los ecosistemas, se altera su equilibrio.

– ¿Cómo se evalúan los efectos de las rutas?

– Se miden efectos sobre las poblaciones de anuros, entre ellos, cómo influye la fragmentación; la pérdida, modificación y/o degradación del hábitat; la mortalidad directa por atropellamiento y las respuestas comportamentales a la interferencia acústica en la presencia y distribución de especies de anuros locales. Cada uno de estos efectos tiene asociada una metodología para medirlos y analizarlos, que pueden resumirse en la identificación y caracterización estructural y ambiental de cuerpos de agua, el análisis de imágenes satelitales para la medición de variables y caracterización del área a escala de paisaje, el relevamiento de número de especies y abundancia en los diferentes sitios, la medición de la dispersión de individuos a través de las rutas, la colecta de datos de individuos muertos sobre las rutas luego de precipitaciones importantes, los registros acústicos para la construcción de perfiles de ruido y medición de respuestas acústicas de las especies.

– ¿Cómo se hace el trabajo de campo?

– Se divide en dos, cuando están activas las especies -primavera y verano- y cuando no. Durante la inactividad se recorren las rutas, principalmente después de precipitaciones para identificar nuevos cuerpos de agua y corroborar la permanencia de los que ya fueron relevados. Todos los sitios son medidos y cargados en un mapa. También se realizan mediciones de ruido mediante el uso de grabadores y micrófonos a diferentes distancias de la carpeta asfáltica para la construcción de perfiles o mapas de ruido.

Estos datos se cruzan con otros sobre la presencia de barreras sonoras naturales o artificiales y variables del terreno, que permitan comprender el alcance de esta perturbación, teniendo en cuenta el entorno.

Durante los meses de actividad reproductiva, se suman la colecta de datos de riqueza -número de especies- y abundancia en los diferentes sitios, los registros acústicos de las especies para ser analizados en laboratorio mediante programas de audio, la colecta de variables ambientales en los cuerpos de agua y el recorrido para detectar atropellamientos de individuos.

– ¿Se los captura?

– Solo dos actividades requieren la captura de individuos y, en ambos casos, son devueltos inmediatamente a sus sitios. Cuando hacemos el registro de las vocalizaciones necesitamos capturarlos para medir su tamaño corporal. Esto está asociado a la relación entre la frecuencia con el tamaño del cuerpo, por lo que esta variable es muy importante, al igual que la temperatura del sitio de canto, debido a que ésta afecta otras propiedades del canto. Por otra parte, para medir dispersión y analizar si los individuos se mueven a través de las rutas, es necesario en los primeros muestreos capturar y marcar a los individuos para que a lo largo de los muestreos siguientes puedan ser reconocidos si vuelven a ser capturados. De esta manera, tratamos de seguir los movimientos de los individuos a través del tiempo.

Para las demás actividades se detecta la presencia de las especies por medios que no requieren captura, esto es, por la identificación del canto, la presencia de oviposturas y de larvas, y por observación directa.

– ¿Cuáles son sus hipótesis de trabajo?

– Nuestro proyecto se basa en tres hipótesis principales: 1- Las rutas generan efectos ecológicos sobre las especies de anuros como consecuencia de la fragmentación y reducción, física y funcional, de la cantidad y calidad de hábitats disponibles para su reproducción, influyendo sobre la abundancia, riqueza y composición de las comunidades de anuros establecidas a ambos lados de las rutas. 2- El ruido ocasionado por tráfico vehicular afecta la comunicación acústica de los anuros alterando su comportamiento reproductivo e impactando directamente sobre su aptitud. En estas condiciones, las especies pueden desarrollar estrategias para atenuar la interferencia de señales o evitar los sitios con altos niveles de ruido. 3- La extensión del efecto de las rutas sobre las especies de anuros depende de la interacción entre las características ecológicas propias de cada especie, las características locales del hábitat, los índices de tráfico vehicular de cada ruta y de la composición y configuración del paisaje circundante.

Eslabones del ecosistema

Cada especie no existe o se extingue de manera aislada. Son eslabones dentro de los ecosistemas que interactúan con otras que se ven perjudicadas con su disminución o desaparición.

Las ranas y los sapos tienen un importante papel en los lugares que habitan, pero están expuestos a amenazas que entorpecen su conservación, una de las cuales son las rutas que fragmentan su hábitat, perturban su reproducción e interfieren en su comunicación.

De ellos se dice que son los favoritos de las brujas, que se usan como ingredientes de pócimas malévolas, que son seres malignos y mágicos. A los sapos se le atribuye el rol de anunciadores de lluvias y se les otorga el don de conseguir la calma para el dolor de muelas; pero también se cree que tocarlos produce verrugas o que son capaces de escupir veneno. Una de las diez plagas de Egipto fue una lluvia de ranas, calamidad infligida por Dios, según el Antiguo Testamento, y en el cuento para niños “El príncipe rana”, los hermanos Grimm narran: “Para sorpresa de la princesa, la rana era realmente un apuesto príncipe atrapado por la maldición de una bruja malvada”.

Más allá de los dogmas, desde el punto de vista ecológico, juegan un rol muy importante en los ecosistemas ya que controlan el número de los insectos, sirven de aliento para otros animales, incrementan la dinámica de sedimentos en los cuerpos de agua y generan un vínculo de materia y energía entre ambientes acuáticos y terrestres.

Los anfibios fueron los primeros vertebrados terrestres en aparecer, hace unos 370 millones de años. En Argentina se han descripto más de 170 especies de anuros, con 35 especies en la provincia de Córdoba -más la rana toro, especie exótica introducida para fines gastronómicos- y 11 de ellas están presentes en Río Cuarto y la zona.

Una interrupción fatal de la comunicación

Los machos cantan para llamar a las hembras a reproducirse. El ciclo comienza en el agua, donde ponen sus huevos. De la disponibilidad de agua dulce estriba en parte el éxito reproductivo.

El investigador Pablo Grenat indica: “Salvo pocas excepciones, los anuros dependen exclusivamente de señales sonoras para comunicarse. Se han clasificado diferentes tipos de cantos que realizan individuos de distintas especies para diferentes situaciones, pero la función más importante de estas señales es la atracción de la hembra por parte de los machos durante los eventos reproductivos. Cada especie tiene un canto único para este fin, que la diferencia de otras, y constituye la principal barrera reproductiva para estos animales. Por esa razón, es sumamente importante que las hembras puedan reconocer el canto de los machos de su propia especie”.

Y acota: “Diferentes propiedades o partes de las vocalizaciones son interpretadas por las hembras, tanto para reconocer individuos de su especie, como para seleccionar al mejor macho entre los que están vocalizando. Un canto grave es relacionado con un macho grande, y puede ser preferido por las hembras. De la misma forma una tasa alta de repetición de cantos o partes del canto -notas, pulsos-, requiere de un gasto de energía muy grande, con lo cual un macho que muestre estas características está en mejor condición que otros, por lo que representa una buena elección para la hembra”.

Estudios realizados por estos universitarios con algunas especies locales muestran que, ante la interferencia ocasionada por el ruido de los vehículos, los machos modifican sus cantos para no superponerse temporalmente -intercalan sus cantos en los momentos de silencio- o en frecuencia -vocalizan más agudo- con el ruido externo. Estas alteraciones pueden afectar el reconocimiento por parte de la hembra, lo cual conlleva una reducción de las tasas de reproducción.

El equipo de trabajo

Ecología de rutas, anuros, contaminación acústica y fragmentación de hábitat son la clave de este trabajo financiado por el Fondo para la investigación científica y tecnológica (Foncyt) de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Además del doctor Pablo Grenat, integran el equipo de investigación los doctores Clarisa Bionda, Mariana Baraquet, Favio Pollo, Selene Babini y Manuel Otero; y colaboran los doctores Matías Bonansea, Adolfo Martino, Nancy Salas, Zulma Salinas y Julián Valetti, y la magister Celeste Salinero. Todos pertenecen al Instituto de Ciencias de la Tierra, Biodiversidad y Ambiente (ICBIA, CONICET-UNRC).

Contacto: doctor Pablo Grenat – E-mail: pgrenat@exa.unrc.edu.ar

Producción y redacción: Deolinda Abate Daga

DIRECCIÓN DE PRENSA Y DIFUSIÓN

UNIVERSIDAD NACIONAL DE RÍO CUARTO

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