«Carta Abierta de un Decano de una Universidad Pública»

Por Germán Barros, Decano FCEFQyN-UNRC

Ante el cierre inminente del año laboral, es natural arribar a momentos reflexivos que nos mueven a realizar balances necesarios. Estuve pensando bastante el enfoque de la presente comunicación institucional para cerrar el 2025. Para empezar, decidí hacerla en primera persona porque acaso el texto derive en posicionamientos y sentires muy personales de los que quiero hacerme cargo. Además, en medio de tanta deshumanización, quien escribe es un ser humano donde cohabita una autoridad de turno de una Facultad de Universidad Pública, un trabajador de educación superior, un investigador científico, y un ciudadano más de esta bendita Nación Argentina.

Caigo en la obviedad de decir que estas palabras no tienen la pretensión de modificar el complejo escenario de nuestra realidad universitaria y social. Me inclino a pensar que este mensaje es, ni más ni menos, parte de una estrategia de mitigación del padecimiento (como coincidimos con un profesor amigo). Hay que tener el valor de decirlo, ya que muchos en el contexto universitario se pueden sentir identificados, largos periodos de este año 2025 estuvieron atravesados por la angustia, la indignación y la incredulidad. Esto ocurre por vivir en un presente que desafía la capacidad de sorpresa, nos desconcierta, pues hace tambalear nuestras seguridades cuando se atacan las bases mismas de instituciones que son el patrimonio de la sociedad argentina, como resultado de múltiples luchas y construcciones colectivas.

Una de estas “instituciones-patrimonio” es la Educación Superior de carácter público, a la cual se atacó directamente de manera intencionada a través del desfinanciamiento obligándonos a presupuestos reconducidos muy distantes de las necesidades reales, lo que paulatinamente genera fugas de recursos humanos por salarios degradados, debilitamiento de estructuras básicas, disminución de la calidad educativa por falta de recursos materiales, entre otros problemas. A la par de este ataque directo al corazón del presupuesto, se dio la otra batalla en el ámbito comunicacional a través del discurso malintencionado aduciendo falta de control por auditorías, tildando a las universidades de centros de adoctrinamiento o instalando la necesidad de medición por medio de estándares propios del eficientismo.  

Uno de los argumentos contra la Ley de Financiamiento Universitario es que atenta contra el equilibrio fiscal. Es nuestra obligación ética manifestar que esto es una falacia más instalada desde lo discursivo por el presidente Milei. El problema con la Universidad Pública no es económico o fiscal como quieren hacer creer a la sociedad, sino de corte puramente ideológico. El problema que tienen los que se ensañan con la educación superior pública está en la raigambre estatutaria de esta institución, cuyo propósito dual es la formación de profesionales competentes en su disciplina a la vez de dotarlos de herramientas que habiliten el espíritu crítico y el pensamiento complejo, con la esperanza que en cada título otorgado haya posibilidad de cambio social. Esto es precisamente lo que molesta de la formación pública, que por naturaleza forma para poner en discusión la realidad dándole una orientación social al saber, lo cual quieren tergiversar tildándolo de adoctrinamiento. Quién sino la Universidad Pública puede y debe formar Trabajadores Sociales que atiendan las necesidades de comunidades en situación de vulnerabilidad y trabajen por los derechos humanos, la equidad y la justicia social; Filósofos que realicen análisis crítico de problemas actuales, pongan en discusión subjetividades y desafíen “verdades instaladas”; Ingenieros, informáticos y matemáticos que nos hagan menos dependientes de la importación de tecnologías y discutan los aspectos éticos de la inteligencia artificial; Biólogos que estudien nuestros ecosistemas, adviertan sobre la pérdida de la biodiversidad y colaboren con estrategias de resguardo del patrimonio natural. Y así podría seguir la lista, lo cual hace más fácil comprender por qué las universidades privadas no cuentan con estas carreras o enfoques en su oferta educativa, y es simplemente porque se centran en el mercado, lo cual es válido porque ese es su nicho. Sin embargo, como al mercado no le interesa la pobreza estructural, ni discutir subjetividades, ni la soberanía tecnológica y científica porque justamente promueve la dependencia, ni la historia de un pueblo como patrimonio, ni el colapso ecológico, justamente por eso necesitamos como sociedad de la Universidad Pública, y por eso luchamos por la igualdad de condiciones frente a la creciente oferta de la educación superior privada y necesitamos previsibilidad presupuestaria para mantener y en lo posible mejorar nuestra oferta y calidad educativa.

Y para que no crean que los universitarios solo estamos preocupados y ocupados en cuestiones intramuros, dejo plasmadas otras inquietudes como educador y ciudadano sobre nuestro complejo presente que pone en riesgo también nuestro futuro. Con perplejidad asistimos a la discusión de la escuela como espacio de aprendizaje diverso con interacción social, a través de una “Ley de libertad educativa” que habilita por ejemplo el homeschooling y reemplaza al estado como garante de la educación básica por el mercado. Asistimos permanentemente al uso de eufemismos como “modernización del estado” para no decir ajuste, recorte, cancelación, desmantelamiento y cierre (muestras hay a montones) o “modernización laboral” para avanzar sobre derechos de trabajadores. Presenciamos, con una peligrosa normalización, muestras de “no democracia” cuando se avasallan los poderes del estado, como en el caso de la Ley de Discapacidad y la Ley Financiamiento Universitario aprobadas por el Legislativo y no puestas en marcha por el Ejecutivo o cuando éste último utilizó el veto como recurso sistemático cuando no fue de su agrado lo ratificado en el Congreso de la Nación. Quedamos estupefactos ante odiadores seriales que usan diferentes medios y recursos para descalificar, censurar e invisibilizar a una variedad de colectivos: pobres, niñeces, indigentes, vejeces, diversidades por nombrar algunos. Escuchamos discursos de soberanía centrados en la prosperidad económica y la necesidad de defenderla aumentando la seguridad nacional, lo que justifica habilitar presupuestos para comprar aviones del siglo pasado a valores actualizados, pero en el nuevo Presupuesto 2026 se prevé disminuir la partida de educación. Otros (y puedo asegurar que somos muchos) quisiéramos escuchar hablar de otras soberanías: soberanía política que nos permita como estado tomar nuestras propias decisiones y respetar posiciones históricas de Argentina sin alinearnos con Trump o Netanyahu avalando la tortura; soberanía científica y tecnológica recuperando la inversión en ciencia para tener el control de la generación de nuestro conocimiento y definir estratégicamente en qué invertir como país alejándonos del negacionismo científico; soberanía alimentaria que nos permita producir de una manera más sostenible y asegure una mejor distribución de la comida para ser un país exportador sin hambre e incentivando nuevos modelos productivos centrados en el cooperativismo; y soberanía territorial para defender nuestros recursos naturales (glaciares, salares, mares, humedales) por sobre los intereses de capitales concentrados que nos empujan al colapso ecológico hipotecando el futuro de las nuevas generaciones.

Todo el párrafo anterior viene a dar muestras contrapuestas del país que no quiero y del país que desearía que seamos. Es muy probable que haya lectores de este mensaje en el colectivo universitario, que piensen diferente. A ellos les digo bienvenida sean las diferencias porque de eso se trata la democracia y el estado de derecho, poder decir libremente lo que pensamos, contrastar ideas, argumentar y no cancelar la otredad y la alteridad como principio ético de valoración de las diferencias. Por eso, si habitamos esta gran casa universitaria y más allá de nuestras diversidades ideológicas, seguramente estaremos de acuerdo que el próximo año tenemos que comprometernos a trabajar en comunidad para seguir defendiendo el derecho irrenunciable a la Educación Superior. No tenemos que claudicar en la lucha por un presupuesto universitario que no solo alcance para funcionar, sino también para mejorar el salario de trabajadores docentes y nodocentes que detenga la sangría de recursos humanos y que nos permita condiciones institucionales para mantener la calidad educativa bastión innegociable de la Universidad Pública. Y cuando hablo de defender a la Educación Superior lo hago en el sentido amplio de la palabra defender. Hemos sostenido la defensa este año a pesar de lo injusto del contexto en múltiples acciones con trabajo comprometido y colaborativo, revisando nuestros planes de estudio, pensando nuevas ofertas académicas de grado y posgrado, construyendo sistemas de acompañamiento académicos para nuestros estudiantes en salud mental y discapacidad, revisando estructuras académico-administrativas y sus normativas, sinergizando la vinculación con instituciones públicas diversas (escuelas de distintos niveles, municipios), entidades sin fines de lucro (asociaciones, clubes, colectivos comunitarios), cooperativas de la economía social y solidaria y también con instituciones privadas. Por ello es necesario decir que todo este trabajo muestra que no nos quedamos en el reclamo y nos otorga autoridad moral para ejercer con más firmeza las otras formas de defensa. Aquellas que tiene que ver con la visibilización necesaria del ejercicio de derecho a la educación pública, gratuita y de calidad, en levantar la voz propia a través de múltiples pronunciamientos y posicionamientos contundentes cuando es necesario, en mantener la capacidad de resiliencia frente a la adversidad pero sin acostumbrarnos, y en transformar la indignación en fuerza para seguir sosteniendo la institución y en la lucha con compromiso desde cada lugar que nos toca como gestores institucionales, representantes sindicales, integrantes de cada uno de los claustros, aquí en diferentes espacios de nuestra Universidad o marchando y manifestándonos en las calles donde tantas veces se conquistaron y defendieron derechos universales. Mi deseo para el año próximo es que la comunidad universitaria se mantenga informada, se identifique más profundamente con la causa universitaria más allá de su función en la estructura y se comprometa al desafío de la lucha colectiva para que nadie nos quite la esperanza.

Para finalizar el mensaje, quisiera agradecer a cada integrante de la comunidad que aportó desde su espacio institucional al sostenimiento de esta universidad, generando un balance positivo que dio como resultado que sigamos en marcha. Como podrán comprobar hacia el final del texto, estas palabras no modificaron la realidad de cada una/o de ustedes, solo espero sean un humilde aporte para seguir pensándonos desde múltiples dimensiones en lo educativo, formativo, ideológico, epistemológico, político, y lo que me deja más liviano, desde los sentires humanos.

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